2 de marzo de 2009

Lección 25

CÓMO SOBREVIVIR A LOS ASCENSORES

OBJETIVO DE LA LECCIÓN

Conseguir que las modernas máquinas denominadas ascensores no conviertan en una pesadilla acudir al trabajo.


VOCABULARIO IMPRESCINDIBLE

Ascensor (Del latín ascensor, ascensoris: Subidón). 1.Moderno aparato que sirve para que no pierdas la barriga cervecera subiendo escaleras. 2.Máquina que no sirve para ascender en el trabajo. 3.Trampa mortal que en las películas conduce o bien al terror o bien al sexo.

Suele ocurrir que, aunque la mayoría de los edificios oficiales están ubicados en centenarias construcciones con más solera que una póliza de 25 pesetas, algunos centros de la Administración, por su altura, requieren de ascensores para que usuarios y funcionarios lleguen a la última planta sin perder calorías por el camino.

Pero, ¿para qué? Nadie lo sabe. De acuerdo que hay personas mayores o que tienen disminuidas sus facultades físicas y necesitan ayuda mecánica para superar ciento treinta y siete escalones, pero ¿no es más sano mover las piernas, sobre todo si vamos a estar sentados las siguientes siete horas?

Bien, es cierto que algunos hemos sufrido traumas como el de que un ascensor se queda parado a medio camino lleno de gente, gente que a) pesa, b) respira tu aire, y c) tiene la misma idea que tú de cómo salir de allí. ¿Cómo hacer que el miedo a este tipo de situaciones no merme nuestra sana afición de acudir felices al trabajo? La respuesta es sencilla: necesitamos un impulso para saltar dentro del maldito aparato... o varios.

Primer impulso: La motivación. Sólo un individuo convencido de que su deber es acudir al trabajo, so pena de morir encerrado en un ascensor, moverá sus pies hacia dentro de uno de estos cacharros sin pensar en los riesgos. Pensemos cosas positivas. El deber es el deber. No hay más tutía que subir.

Segundo impulso: El horario. Convéncete de que tardarás más por las escaleras. Sólo subiendo en el ascensor conseguirás estar a tiempo en tu mesa, firmar y estar delante de la pantalla (¡encendida!) cuando llegue tu jefe.

Tercer impulso: El protagonismo. ¿Quién no ha soñado alguna vez con sus 15 minutos de gloria? Dicho de otro modo, ¿quién va a querer sacarte a ti en la tele si no es a causa de alguna catástrofe del tipo quedarse-encerrado-en-un-ascensor-de-la-Consejería-de-Hacienda? ¿Vamos pillando...?

Cuarto impulso: La pereza. ¿Y si fuera hoy el día en que el ascensor se para entre dos plantas y te quedas encerrado? ¿Y si los bomberos tardasen siete horas en llegar y no tuvieras que pasar esas siete horas metiendo datos en la jodida pantallita gris del ordenador? ¿No sería como un día libre, extraño, pero día libre al fin y al cabo? En estos casos, se recomienda llevar siempre al trabajo un libro o una Nintendo DS, al gusto del consumidor.

Quinto impulso: La llamada del sexo. ¿Y si fuera hoy el día en que el ascensor se para entre dos plantas y te quedas encerrado? ¿Y si coincide que en el ascensor sólo vais tú y esa compañera tan sexy e inaccesible del Archivo? ¿Y si los bomberos tardasen dos horas en llegar y ella estuviera tan desesperada que quisiera cumplir todos sus (más salvajes) sueños antes de "morir"?

Son cómodos empujones psicológicos para ayudarnos a entrar en el ascensor sin miedo. Yo los he puesto en práctica y subo con los ojos cerrados (si no está la compañera del Archivo) y hasta me he hecho amigo de la venezolana del altavoz, que me susurra cada mañana: La puerta ssssse abre. Planta terssssera. Incluso la echo de menos en los días de asuntos propios.
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